Usted nació en Inglaterra y, un año y medio después llegó a Pasto, ciudad donde creció y sembró sus semillas creativas ¿Qué recuerda de su infancia al pie del volcán y al son del carnaval?
Siempre estuvo cargada de muchos colores, sonidos y baile; de entender el papel de la celebración y de cómo esta se complementaba con el paisaje. Se trató de entender este festejo como una liberación que se celebra. Pero creo que las semillas se sembraron en ambos lados: siento que en Inglaterra algo está creciendo y solamente lo veré cuando regrese allá.
Cuando tuvo que escoger una carrera, se presentó a artes escénicas y a música, pero no pasó. ¿Por qué decidió estudiar diseño industrial?
La música nunca la vi como algo profesional. Cuando estudiaba diseño, quise hacer doble titulación con artes escénicas y música y, aunque no pasé a ninguna, sentí que no necesitaba un aval para saber que yo hacía música y que tenía ese gusto, así que me dediqué a estudiarlo por mi cuenta, con gente en la calle, ‘mochileando’, tocando en bares, etcétera.
¿Qué influencia han tenido su mamá y su abuela en sus composiciones musicales?
Mi mamá y mi tía cantan y mi abuelita también cantaba y tocaba la guitarra. Creo que ahí hay una información que una puede entender; llevo eso en la sangre, en la herencia. Aunque mis abuelitos tenían esa sensibilidad musical, ninguno en la familia lo había hecho de forma profesional. Yo tengo la posibilidad y la dicha de vivir de esto.
¿Quién le enseñó a tocar la guitarra? ¿Dónde aprendió?
Empecé recién entrada a bachillerato, en una clase de guitarra. En ese momento quería ser roquera y me encantaba la guitarra eléctrica. Lo primero que me enseñaron fue la canción de: “en algún lugar de un gran país…”, y Cielito lindo. Dejé de tocar la guitarra y luego, cuando me fui de intercambio y en medio de la soledad, me encerré en el cuarto a mirar cómo tocaban la guitarra las cantautoras que me gustan mucho y empecé a imitarlas. Luego, empecé a componer y ha sido mi mejor compañera en este recorrido.
Antes de llegar a grandes escenarios, usted cantaba en bares, ¿parques y restaurantes ¿Qué diferencias hay entre interpretar sus canciones en lugares pequeños y hacerlo en otros mucho menos íntimos?
Antes de los grandes escenarios, yo cantaba en cualquier lugar donde pudiera generar un momento de algarabía y de belleza en el aire. Me encanta ese acto de la música en el aquí y el ahora y no necesariamente en darle play a una canción, sino en poder interpretarla. Creo que desde ahí nace la pasión por la música.
Todo parte del compartir: en el parque, en la calle, cuando se entra a un restaurante y se dice: “Buenas tardes, mi nombre es Gabriela. Vengo viajando desde Colombia y tengo tres canciones para ustedes”. Hay una diferencia grande cuando te conocen y cuando solo estás ambientando un almuerzo, pero todas esas experiencias te dan mucha ‘cancha’. Técnicamente también cambia: yo antes no me preocupaba por el ingeniero de sonido, las visuales, la luminotécnica ni por nadie. En esos escenarios la cosa cambia y buscas la manera de conectar mediante tu desnudez total, pero también profesionalizando tu proyecto.
fuente: revista Credencial
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