Cuando suena el huapango se puede escuchar un son lleno de historia y cultura, se puede apreciar un género con diversas raíces: indígenas, africanas y españolas (flamenco). En un universo donde los instrumentos son tocados tradicionalmente por los hombres y en el cual las mujeres lo zapatean, Cecilia Boeta, una joven huapanguera y jaranera de Altamira, Tamaulipas, forma parte de la generación de jóvenes, que se fue incorporando a este universo. Hoy en día se puede apreciar el talento de chicas y chicos músicos y cantantes que crecieron con esta música tradicional. Cecilia, como muchos jóvenes huapangueros, lleva el arte del son huasteco, y crea a su turno el mismo ambiente familiar y festivo como lo hacían los huapangueros de antaño. Cecilia, su hermano y su primo fueron descubriendo los secretos de este género musical para llegar a ser el trío Jilgueros de Altamira. Tras años de experiencia en el huapango, llega un obstáculo mayor, la pandemia del Covid-19, a la cual Cecilia supo adaptarse, y la cual le permitió renovar su manera de transmitir su talento y dejar que su carrera florezca de forma inesperada.
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