En una carrera ya tan extensa y prolija como la que enarbola Pedro Guerra siempre hay inevitablemente hueco para algún periodo menos memorable e inspirado. Pero si El viaje ya representó en 2021 un regreso a las mejores esencias del artista canario –sentido y sensibilidad, pálpito sereno, emoción con poso–, este Parceiros que ahora nos propone es un ejercicio de autoafirmación y orgullo sencillamente asombroso, un abrumador golpe en la mesa que solo aturde en cuanto a sus dimensiones colosales, pero nos abraza y reconcilia para siempre con un autor que ya gozaba de auctoritas y desde este momento se vuelve incontestable. Porque, justo 30 años después de aquellas Golosinas que se convirtieron en manifiesto fundacional para aquel Guerra solista, jovial, prolífico y en estado de gracia, el hombre eternamente asociado al feliz hallazgo de Contamíname acaba de completar su obra más monumental, ambiciosa, inspirada y digna de admiración.
Es imposible pasar por alto las especificidades atípicas de Parceiros, un álbum ¡triple! en este momento histórico en que la humanidad se ha vuelto más inquieta y compulsiva y los elepés se ventilan en cuestión de 10 cortes y un minutaje preferiblemente más cercano a la media hora que a los 40 minutos. Frente a esa dinámica imperante, Guerra Mansito se concede y nos concede un insólito festín de 37 flamantes nuevas composiciones, un banquete de canción de autor de altísima cocina durante el que, pese a la sobreabundancia del menú, no hay lugar ni para el empacho ni la hartura o el ardor de estómago.
Vayan perdiendo el miedo quienes se sientan apabullados, porque Parceiros es una gozosa celebración de la canción como unidad de medida universal, atemporal e imperecedera de las emociones. Una carta de amor indisimulada al arte de escribir, rimar, cantar y contar. Y una prodigiosa demostración de buen oficio en una disciplina en la que la experiencia no garantiza ni la inspiración perpetua ni un parto lírico indoloro.
A Pedro habrá quien le tome por temerario, soñador o incontinente, como si aspirar a que descubramos tres docenas de nuevas canciones del mismo autor fuese un acto de autocomplacencia y desmesura. Y de igual manera que un mal disco puede hacerse insoportablemente largo, Parceiros acaba pasando por nuestros oídos como un suspiro durante todos y cada uno de sus hermosos 114 minutos. Algunos de los más impacientes y aturullados no estarán dispuestos a hincarle el diente, pero solo queda avisarlos, tal vez en vano, de que se están perdiendo un manjar.
La otra característica representativa y pasmosa la encontramos en el hecho de que todas y cada una de estas 37 páginas se comparten con otros tantos amigos/as y compañeros y compañeras de oficio y fatigas, y no precisamente de perfil bajo. La nómina de cómplices que han respondido a la llamada del de Güímar es tan impactante y asombrosa, tan abrumadora en número y excelencia (Bunbury, Juan Luis Guerra, Amaral, Víctor y Ana, Juanes, Calamaro, Coque Malla, Lenine, Chico César y toda la plana mayor de la canción de autor, de Ismael Serrano a Valeria Castro, El Kanka, Ruibal, Rita Payés, Ede, Alice Wonder, Pedro Pastor y un larguísimo etcétera), que casi resultan más sintomáticas y noticiosas las ausencias que las presencias. Habrá quien eche en falta, pongamos por caso, a Rozalén o Luis Pastor, y se pregunte quién no quiso o no pudo, pero no hay uno solo, de entre los 37 nombres del listado, al que le faltasen méritos para figurar en la lista.
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