lunes, 27 de enero de 2025

CANARIAS: PEDRO GUERRA / JAN LUIS GUERRA: Siempre Queda El Amor


En una carrera ya tan extensa y prolija como la que enarbola Pedro Guerra siempre hay inevitablemente hueco para algún periodo menos memorable e inspirado. Pero si El viaje ya representó en 2021 un regreso a las mejores esencias del artista canario –sentido y sensibilidad, pálpito sereno, emoción con poso–, este Parceiros que ahora nos propone es un ejercicio de autoafirmación y orgullo sencillamente asombroso, un abrumador golpe en la mesa que solo aturde en cuanto a sus dimensiones colosales, pero nos abraza y reconcilia para siempre con un autor que ya gozaba de auctoritas y desde este momento se vuelve incontestable. Porque, justo 30 años después de aquellas Golosinas que se convirtieron en manifiesto fundacional para aquel Guerra solista, jovial, prolífico y en estado de gracia, el hombre eternamente asociado al feliz hallazgo de Contamíname acaba de completar su obra más monumental, ambiciosa, inspirada y digna de admiración.

 

Es imposible pasar por alto las especificidades atípicas de Parceiros, un álbum ¡triple! en este momento histórico en que la humanidad se ha vuelto más inquieta y compulsiva y los elepés se ventilan en cuestión de 10 cortes y un minutaje preferiblemente más cercano a la media hora que a los 40 minutos. Frente a esa dinámica imperante, Guerra Mansito se concede y nos concede un insólito festín de 37 flamantes nuevas composiciones, un banquete de canción de autor de altísima cocina durante el que, pese a la sobreabundancia del menú, no hay lugar ni para el empacho ni la hartura o el ardor de estómago.

 

Vayan perdiendo el miedo quienes se sientan apabullados, porque Parceiros es una gozosa celebración de la canción como unidad de medida universal, atemporal e imperecedera de las emociones. Una carta de amor indisimulada al arte de escribir, rimar, cantar y contar. Y una prodigiosa demostración de buen oficio en una disciplina en la que la experiencia no garantiza ni la inspiración perpetua ni un parto lírico indoloro.

 

A Pedro habrá quien le tome por temerario, soñador o incontinente, como si aspirar a que descubramos tres docenas de nuevas canciones del mismo autor fuese un acto de autocomplacencia y desmesura. Y de igual manera que un mal disco puede hacerse insoportablemente largo, Parceiros acaba pasando por nuestros oídos como un suspiro durante todos y cada uno de sus hermosos 114 minutos. Algunos de los más impacientes y aturullados no estarán dispuestos a hincarle el diente, pero solo queda avisarlos, tal vez en vano, de que se están perdiendo un manjar.

 

La otra característica representativa y pasmosa la encontramos en el hecho de que todas y cada una de estas 37 páginas se comparten con otros tantos amigos/as y compañeros y compañeras de oficio y fatigas, y no precisamente de perfil bajo. La nómina de cómplices que han respondido a la llamada del de Güímar es tan impactante y asombrosa, tan abrumadora en número y excelencia (Bunbury, Juan Luis Guerra, Amaral, Víctor y Ana, Juanes, Calamaro, Coque Malla, Lenine, Chico César y toda la plana mayor de la canción de autor, de Ismael Serrano a Valeria CastroEl KankaRuibalRita PayésEdeAlice WonderPedro Pastor y un larguísimo etcétera), que casi resultan más sintomáticas y noticiosas las ausencias que las presencias. Habrá quien eche en falta, pongamos por caso, a Rozalén o Luis Pastor, y se pregunte quién no quiso o no pudo, pero no hay uno solo, de entre los 37 nombres del listado, al que le faltasen méritos para figurar en la lista.

 

Lo mejor de Parceiros es que no deriva en consabido y predecible álbum de duetos, sino que cada canción suena un poco a Pedro y un poco también a su invitado. No son colaboraciones, sino interacciones o intersecciones, algunas de todo punto extraordinarias. Apúntense a Juan Luis Guerra (inmenso con Siempre queda el amor), Amaral, El Kanka, Marazu con Fetén Fetén, Coque Malla, Rocío Márquez, El David Aguilar, Judit Neddermann o Alfred García –el nombre más sorprendente, pero absolutamente legítimo y afortunado– para priorizar las escuchas.
Pero no racaneen consigo mismos y concédanse una sesión íntegra de este infrecuente y adorable triple trabajo: a fin de cuentas, dos horas es mucho menos tiempo del que invertimos, con devoción acrítica, para cualquier temporada de una serie. Cada cual irá marcando asteriscos junto a sus títulos predilectos y no le quedará más remedio que seguir desgastándole la punta al lápiz.

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